sábado, 7 de enero de 2012

YA ES HORA.













Foto tomada por: Diana Sandoval.


Si es preciso, debo confesar que me aterra esa manía que tengo de caminar mirando hacia arriba. Lo que pasa es que me dejo atrapar fácilmente por esas formas ridículas que permanecen suspendidas en el cielo y también en el techo de las casas. No creo que sea precisamente eso que dice mi madre con respecto a tomarme la vida enserio, es mas creo que logro tomármela tan enserio que prefiero concentrarme en lo que verdaderamente me importa. 

Recibí esa llamada a mi teléfono celular casi a las 9 de la mañana, no es extraño que mi madre me llame desde el cuarto de al lado para recordarme que ha empezado el nuevo día. Yo la entiendo, a esas horas de la mañana ella quiere seguir durmiendo igual que yo, pero preferiría entonces que estos aparatos no existieran y que ella viniera hasta acá, hasta mi cama y se sentara a mi lado, acariciara mi cabello, pusiera su mano en mi pecho e insistiera hasta el cansancio para que yo pudiese estirar mis brazos, pararme de la cama y ahora si aterrizar del sabroso letargo de estar como dicen por ahí plenamente foquiada.

No entiendo porqué los padres, en especial los míos insisten y vuelven a insistir en que ya estoy bastante grandecita, que las responsabilidades son las responsabilidades, que la vida es otro cuento. Y yo tan pequeñita todavía, con estos deseos  de crecer que tengo desde que me fui quedando siempre en el primer puesto, en la parte de adelante de la fila de formación en el colegio. Por fortuna yo sobreviví a los traumas de la infancia y espero solventar estos, los de la adolescencia.

No sé porqué siguen con esa idea, y ya no me dejan dormir en su cama y ya no me toman de la mano al pasar la calle, cosas que pasan.

Entonces escuché el timbre patético del celular que al mismo tiempo vibra y destruye cualquier posibilidad existente de tranquilidad en la mente, una taquicardia inmediata y la respiración fatigada, los ojos a medio abrir, el impacto de esos rayos de sol en las pupilas como si quisieran arrancarlas de su lugar.

Ese sol grandototote se despierta primero que yo, me fastidia un poco, se ríe y entre tanto yo solo quisiera gritarle cosas feas.  Gritar con esa voz ronca que me sale en las mañanas, pero como esa pelota amarillenta, bonita eso si, no me escucha y por más que grite se que me espera una dosis de lo mismo posiblemente todos los dìas,le contesto a mami con un “Ya voy” contundente y malhumorado. Es cierto que uno termina desquitándose con el menos indicado pero con alguien tengo que descargar ese viajao de adrenalina.

Puedo justificarme claro está: Yo con estas ganas que tengo siempre de levantarme de la cama, para ser más precisa como lo explico, imagínense, es  como si  tuviera miel en la espalda, que me embadurna en las sábanas, que me pega al colchón y que me enreda en la cobija verde que es mi favorita, porque huele a sueño y a lugares viejos, huele a sol y a ese polvo que se acumulaba en el aire acondicionado por aquellos días.

Y suspiro con los recuerdos.

UN CAFÉ.











Foto tomada por: 
Julian Pérez

Segunda  parte:

Ese día tal vez el sol brillaba con más intensidad, era un sol color rojo escarlata, como los soles de sus sueños, y los caminos dispersos se juntarían para trastornar las trayectorias de dos almas complementarias; en el mismo lugar de siempre estaba ella, cumpliendo su rutina, persiguiendo sus impulsos, ignorando que el también frecuentaba ese lugar sólo para verla, le sucedía exactamente lo mismo, sabía que estaría ahí, él la buscaría, la había buscado siempre, esta vez sería diferente, ya no estaría sin estarlo, estaría junto a ella.

 fue así como después de de tanto pensarlo, saco de su espíritu ridículo y bohemio la fortaleza para aliarse con el destino fanfarrón, darle  la razón a una sublime coincidencia que sería el punto de partida en la escritura de una predecible historia 

Después de un par de palabras motivadas por su ansia necia de conocerle, acudió a su habilidad simpática de entablar una conversación amena para terminar justo en esa misma mesa compartiendo con ella un café, sintió con esto alivio en la voluntad y en la consciencia, tranquilidad y regocijo en el lugar donde se generan los impulsos nervioso y un montón de  inexplicables sensaciones en los rincones del pecho.

No entendía  por qué razón aún sin conocerla su mente ocupaba gran cantidad de tiempo imaginándole, no comprendía porque la fuerza de gravedad se alteraba cuando pensaba en ella y porque sentía deseos por escudriñar y disfrutar hasta los detalles mas minimos de aquella figurita hecha mujer.

Pinceladas extraordinarias en su rostro y hasta en sus palabras. Lo más desvariarte de este asunto es que ni siquiera pensaba en ello, ignoraba todos los porque que revoloteaban como moscas martillando su sensatez, no podía dedicarse a responderlos,  quería escucharla, sentir su aroma, ahora el estaba ahí, sin seguridad alguna de ser visible para ella, a riesgo de se abatido por los choques eléctricos que se producían entre los músculos de su corazón.

Decidido a conocerle a partir de ese momento porque tal vez seria ella lo que siempre esperó y nunca indago, a pesar de sentirse en peligro,  quería simplemente entregarle su pensamiento despojado de cualquier vestidura, de cualquier camuflaje


Justamente en  un pleno descubrir de ese tiempo y ese espacio que desde hace mucho ya era sólo de los dos, encajaban poco a poco una vida con la otra abrigados por las casualidades de los gustos parecidos y el disfrutar de los colores comunes, para ambos resulto ser un misterio el momento en que empezaron a buscarse, no se habían percatado de ello, simplemente dirigían sus cuerpos y esencias cada vez más cerca el uno del otro, por inercia, por habilidad del cosmos, él con su cálida voz dejaba extasiados sus oídos, ella regalaba a cambio suspiros y palabras escritas por una pluma embriagada en idilio

Así pasarían innumerables días, más allá de la realidad, más allá de lo perfecto, en el mismo lugar como testigo de aquella magia, encuentros buscados, tardes dotadas de hermosura, ella y él.

Que barbaridades las que habían llegado a su mente sin previo aviso para lanzarse encima como una tonelada de ideas bombardeando su cerebro a quema ropa, vaya sensación tan perturbante y despiadada tal vez por el exceso de cafeína,  tan aguda y perspicaz que había alterado notablemente el ritmo cardiaco, letal encuentro, complot del destino.

El sentir  se salía con la suya mientras que su organismo escaseaba ya en adrenalina, era más que claro que la órbita en la que comúnmente habitaba ahora cambiaba de rumbo y  lo único que alcanzase a percibir con claridad por esos momentos eram las extrañas señales distribuyéndose por su cerebro, tal vez parecía demasiado tarde para volver de nuevo a la realidad que hasta la había contenido.

Nnunca supo a ciencia cierta porque en un fugaz soplo de tiempo esa mirada profunda envenenó su alma, aquel instante de majestuosidad indescriptible había marcado el curso de una historia burlando sínicamente el hilo de este guión,  comprendió por primera vez que en cuestión de minutos las debilidades se apoderan de la existencia y lo que parecía indomable queda relegado sin previo aviso.

Se sentía débil, tan débil y minúscula al no controlar los pensamientos que se habían volcado a un abismo distinto, tan distinto que  ahora todo el universo se veía atreves de esos ojos verdes oliva tan vivos y mágicos como las ganas de verle otra vez

Pobre criatura insignificante, de espíritu vivaz e inquieto,  acostumbrada a dominar fortalezas con el poder de su mirada, descubrió sin pensar, el impacto que causaba dejar que esas pupilas doradas penetrasen su alma sin haberle informado, ella estaba ahí, bajo el olor a madera vieja recién pintada,  cautivada por aquella sonrisa un poco fugaz que no le permitía acudir a llamado alguno, ni siquiera al llamado equilibrado de su propia conciencia.

Llevaba sus zapatos de colores y un listón atado a su mano derecha, no pensaba en otra cosa más que en buscarle e inspirada por los dioses que intervienen en asuntos como ese, confiaba plenamente en escuchar los pasos que le traerían de vuelta la gloría, verle llegar, verle ahí…

INUNDACIÓN DE SILENCIO.

















Abrió los ojos en medio de un parpadeo lento  y calculado, sintiendo como hemisferios de luz tenue penetraban hasta el fondo de su poco entendimiento el subconsciente ya indagado entre preguntas sin respuestas; sus pupilas dilatadas por el haz incandescente de un arcaico artefacto luminoso se extraviaban en la plenitud del ambiente aquella noche de luna oculta. 

Pudo verle aún más de cerca, precisamente en aquel lugar de olores insensatos y corrientes de aire frio que acariciaron sin piedad su piel estremecida llevándose consigo la tibieza de sus manos y la calidez de su espalda; debía confesar con el temor absurdo que sumergía sus impulsos como naufrago atrevido de las artes de su vida, la intención desatinada de negarse propiamente que hasta entonces lo había extrañado un poco.


Fue testigo de un fuerte palpitar del corazón que aumentó, progresivamente, su presión sanguínea y se hizo consciente de una atmosfera distinta que enmarcaba la dulce angustia de no comprender en lo mas mínimo lo ocurrido al interior de su pecho; hubo de tener suerte con pasar desapercibida y encontrar en su estado de invisibilidad mas privilegios que desventajas; pudo ocultar sin mayor esfuerzo la inquietud de sus ojos y la inestabilidad de sus manos e incluso la sutil falencia en el ritmo de su respiración descoordinada, pero fue incapaz de esconderse a si misma la alteración de todos sus sentidos y hasta el más minúsculo de sus pensamientos, no lograba concebir con claridad el momento preciso en que se halló de repente en una galaxia distinta,


Acostumbrada a manejar su entorno como un ser tan fuerte fabricado de hojalata, jamás corrió el riesgo de sentir aquel letargo maravillosamente exquisito y dislocado que ahora impacientaba sus segundos de existencia. Tal vez descubrió el color de lo infinito mientras en instantes de sublime y fugaz encuentro su mirada chocaba con la suya apaciguando su inconsciente necesidad por mirarle, hubo de desesperar después por no encontrarse ya parada sobre su principal eje, aquel que soportaba firmemente las variantes de una personalidad sin preocupaciones, para encontrarse a cambio, como nunca, tambaleante entre la sonrisa imborrable por haberle visto y el sinsabor innegable del destino incierto.


Reaccionar era lo único que esperaba y mientras tanto apreció dichosa los sonidos que se hicieron melodías como abrigo al pensamiento, como lenguaje perfecto de seducciones ambiguas, de instantes no sucedidos, de señales no recibidas y de anhelos desatados perdidos en el intento, de miradas inconclusas como fechorías del destino y avivamientos desentendidos entre los camuflajes de la cobardía.


Y aunque quiso perpetuar el tiempo para radicarse justo al lado de su aliento, en un intento eterno por hacerse siempre sombra y sueño de sus dulces palabras, amante inimaginable de los ecos de su voz y de su risa y cómplice perfecta de susurros que extasiaron por completo la divinidad de un sentimiento de energía indescriptible y de esplendida pureza, recobró la calma que se había extraviado cuando su equilibrio se hizo efímero y no tuvo más opción que reprimir el ansia ardiente de tenerle ya por siempre, aun sin conocerle, entregándose por completo a este asunto místico de lo que nunca había vivido. No pudo hacer otra cosa más que rendirse a la suerte de este río con caudal tranquilo, sin levantar siquiera la mas mínima sospecha de que inexplicablemente ahora suspiraba ya en su nombre y recreaba en la realidad de sus sueños aquellos ojos que serían señal de lo sublime.


El tiempo sabría explicar con calma, lo que ahora se inundaba en el silencio…