sábado, 7 de enero de 2012

INUNDACIÓN DE SILENCIO.

















Abrió los ojos en medio de un parpadeo lento  y calculado, sintiendo como hemisferios de luz tenue penetraban hasta el fondo de su poco entendimiento el subconsciente ya indagado entre preguntas sin respuestas; sus pupilas dilatadas por el haz incandescente de un arcaico artefacto luminoso se extraviaban en la plenitud del ambiente aquella noche de luna oculta. 

Pudo verle aún más de cerca, precisamente en aquel lugar de olores insensatos y corrientes de aire frio que acariciaron sin piedad su piel estremecida llevándose consigo la tibieza de sus manos y la calidez de su espalda; debía confesar con el temor absurdo que sumergía sus impulsos como naufrago atrevido de las artes de su vida, la intención desatinada de negarse propiamente que hasta entonces lo había extrañado un poco.


Fue testigo de un fuerte palpitar del corazón que aumentó, progresivamente, su presión sanguínea y se hizo consciente de una atmosfera distinta que enmarcaba la dulce angustia de no comprender en lo mas mínimo lo ocurrido al interior de su pecho; hubo de tener suerte con pasar desapercibida y encontrar en su estado de invisibilidad mas privilegios que desventajas; pudo ocultar sin mayor esfuerzo la inquietud de sus ojos y la inestabilidad de sus manos e incluso la sutil falencia en el ritmo de su respiración descoordinada, pero fue incapaz de esconderse a si misma la alteración de todos sus sentidos y hasta el más minúsculo de sus pensamientos, no lograba concebir con claridad el momento preciso en que se halló de repente en una galaxia distinta,


Acostumbrada a manejar su entorno como un ser tan fuerte fabricado de hojalata, jamás corrió el riesgo de sentir aquel letargo maravillosamente exquisito y dislocado que ahora impacientaba sus segundos de existencia. Tal vez descubrió el color de lo infinito mientras en instantes de sublime y fugaz encuentro su mirada chocaba con la suya apaciguando su inconsciente necesidad por mirarle, hubo de desesperar después por no encontrarse ya parada sobre su principal eje, aquel que soportaba firmemente las variantes de una personalidad sin preocupaciones, para encontrarse a cambio, como nunca, tambaleante entre la sonrisa imborrable por haberle visto y el sinsabor innegable del destino incierto.


Reaccionar era lo único que esperaba y mientras tanto apreció dichosa los sonidos que se hicieron melodías como abrigo al pensamiento, como lenguaje perfecto de seducciones ambiguas, de instantes no sucedidos, de señales no recibidas y de anhelos desatados perdidos en el intento, de miradas inconclusas como fechorías del destino y avivamientos desentendidos entre los camuflajes de la cobardía.


Y aunque quiso perpetuar el tiempo para radicarse justo al lado de su aliento, en un intento eterno por hacerse siempre sombra y sueño de sus dulces palabras, amante inimaginable de los ecos de su voz y de su risa y cómplice perfecta de susurros que extasiaron por completo la divinidad de un sentimiento de energía indescriptible y de esplendida pureza, recobró la calma que se había extraviado cuando su equilibrio se hizo efímero y no tuvo más opción que reprimir el ansia ardiente de tenerle ya por siempre, aun sin conocerle, entregándose por completo a este asunto místico de lo que nunca había vivido. No pudo hacer otra cosa más que rendirse a la suerte de este río con caudal tranquilo, sin levantar siquiera la mas mínima sospecha de que inexplicablemente ahora suspiraba ya en su nombre y recreaba en la realidad de sus sueños aquellos ojos que serían señal de lo sublime.


El tiempo sabría explicar con calma, lo que ahora se inundaba en el silencio…

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